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jueves, 13 de junio de 2013

la inteligencia espiritual.



LA MENTE LATE COMO EL CORAZÓN

 Escrito por Brad Hunter 

Vivimos utilizando la inteligencia racional y nos negamos el acceso a una fuente de entendimiento que sólo es posible desde la comprensión inteligente que brinda lo emocional.

El conocimiento es racional, pero la sabiduría es emocional.

La inteligencia emocional nos permite acceder al amor incondicional, cuando la emoción no es inteligente se torna agresiva y se conduce por el ego.

En un universo participativo de nuestra propia creación, ¿por qué no esperar que la inteligencia unida a la emoción pueda ser la clave para sanar nuestros cuerpos, construir la realidad y el mundo en que vivimos?
Eso sería la inteligencia espiritual. 

Pero también está la mente espiritual. El diccionario de la Real Academia Española define a la mente como la potencia intelectual del alma y a la inteligencia como una sustancia puramente espiritual.

 ¿Es el cerebro la mente?

¿Es la mente indivisible del espíritu?

Según un artículo central del prestigioso semanario científico New Scientist, el universo puede ser entendido como un conjunto de percepciones.

El estudio considera que no son los ojos los que producen las imágenes en el cerebro, sino que el cerebro requiere de una mente para interpretar lo que ve. Las nuevas teorías ven a la mente como algo distinto al cerebro y más cercano a la esencia espiritual.

 La ciencia ahora se acerca a la creencia espiritual que desde tiempos ancestrales establecía que el ser que siente y que evoluciona a través de una vivencia material existe más allá del cuerpo y que su experiencia no se termina con la muerte.

¿Quién es entonces el ser que piensa, razona, siente y evoluciona? Sin lugar a equivocaciones, somos mucho más complejos de lo que creemos.

El alejamiento de la ciencia espiritual

La ciencia racional impuso que todo aquello que no podía ser comprendido desde lo científico no existía, de tal manera que una de las verdades mayormente negadas fue la naturaleza cuántica, sutil y extrafísica del ser humano.

Todo lo que no podía ser cuantificado, medido o estudiado por las ciencias tradicionales no era considerado “real”, desligándose del estudio científico de la espiritualidad.

Desde entonces, el hombre ha sido dividido en dos realidades: lo externo, que podía ser explicado y le pertenecía a la ciencia, y lo interno, que era territorio de la Iglesia, siendo un dominio de la creencia religiosa.

Así la ciencia se desprendió de la responsabilidad de tener que dar explicaciones de lo que no podía entender y delegó el mundo de lo intangible a la mística y el culto religioso.

Desde el divorcio del hombre entre la ciencia y la fe comenzó un distanciamiento entre la materia y el espíritu, siendo en este estado de caos planetario una prioridad que la civilización, como familia humana, retorne al camino de la verdadera inteligencia.

La inteligencia que nos lleva a comprender la vida no desde lo racional, sino desde lo emocional, acercándonos al interior espiritual de nuestra esencia divina.

 Un punto trascendental de la evolución del ser, en el que la mente se convierte en la potencia intelectual del alma. La inteligencia emocional: un nuevo entendimiento de nosotros mismos.

La sustentabilidad del mundo futuro tendrá que basarse en un nuevo entendimiento de nuestro lugar en el Universo y de lo que realmente es el ser humano.

En el proceso evolutivo real la espiritualidad tiene un rol central, debido a que es el espíritu el que sigue existiendo después de un proceso de encarnación, lo cual significa un enorme reto para nuestra estructura racional y materialista.

El ser humano diseñó un plan de crecimiento y desarrollo basado en el control del universo externo, olvidando en gran medida la búsqueda por comprender su propia naturaleza interior.

La inteligencia fue siempre asociada a los aspectos cognitivos y a la capacidad de desarrollar las facultades racionales.

El concepto de la inteligencia emocional puede atribuirse a Wayne Payne, cuando en su tesis doctoral presenta la teoría de una “inteligencia” aplicada a las emociones.

El hecho de que el cerebro emocional se desarrolló muy anteriormente al racional y que este sea una derivación de aquel revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.

Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.

Las emociones son las expresiones exteriores de los sentimientos acumulados, y es por ello que muchas personas responden motivadas por sus archivos de memoria emocional, pero lo hacen de una forma poco inteligente debido a que no hay coherencia entre lo racional y la memoria emocional.

Existe otro tipo de comportamiento humano que obedece a un tipo de inteligencia racional que se ha desarrollado de tal forma que opera para dar cobertura y ocultar el lado emocional.

La propia experiencia de vida, credo, cultura y educación, sea buena o mala, ha programado al hombre a sentir de determinada manera para dar un sentido diferente de comportamiento frente a nosotros mismos y a los demás.

En reiteradas ocasiones la propia interpretación emocional que hacemos de la vida nos impulsa a respuestas motivadas por los temores, inseguridades, conceptos, miedo, hambre, rechazo, etcétera, para provocar en nosotros conductas frente a la vida que pueden acercarnos o alejarnos del sentido real de la evolución.

 El lado de la luz espiritual es el que nos anima a tomar un sentido edificante o positivo, es el que nos conduce a ver las cosas desde un punto de vista optimista y que formaliza una respuesta motivacional en la que lo que nos suceden es parte de nuestro aprendizaje y nos dice que todo va a salir bien.

La emoción potencializa, da sentido a la razón y a la inteligencia. Cuando evolucionamos mental y espiritualmente, es la emoción la que da una potencia inconmensurable al ser, rompiendo con todas las limitaciones de lo físico.

Es el punto de coherencia armónica que permite al ser “tocar” la esencia de la creación, lo que la física cuántica conoce como matriz o campo fuente. En unión con dicho punto, el milagro es posible.

 El milagro, un hecho inexplicable para la ciencia, es el acto mediante el cual el ser humano, en unión con su esencia espiritual, tiene la capacidad de modificar la esencia misma de la materia.

¿Por qué? Porque la materia no es otra cosa que energía densificada, y cuando la energía ordena, la materia obedece. Existe una razón inteligente en la emoción.

Nuestras emociones son parte de la inteligencia, porque  ambas son indivisibles y es necesario sanar la división entre lo racional y lo emocional para lograr un foco potencial de coherencia entre lo espiritual y lo mental.

Ser inteligentes desde lo racional nos negó el acceso a la fuente de conocimiento emocional que poseían los antiguos, quienes sin necesidad de tecnología encontraron las respuestas a la complejidad de la existencia con simplemente sentirla.

El hombre moderno vive utilizando su inteligencia racional, negándose el acceso a una fuente compleja de entendimiento que sólo es posible desde la comprensión inteligente que brinda lo emocional.

El conocimiento es racional, mientras que la sabiduría es emocional, ya que suma al conocimiento los valores de la moral y la conciencia.

La inteligencia emocional nos permite el acceso al amor incondicional, que está despojado de la pasión y fluye rebosante de compasión. Cuando la emoción no es inteligente, se torna agresiva, competitiva, instintiva y se conduce por el ego.

 De ahí la importancia de tener una educación emocional que nos permita hacernos conscientes de aquello que sentimos, de poder convertirnos en nuestros propios generadores motivacionales que nos permitan cocrear este mundo.

Hay un poder que vive dentro de cada ser humano y se expresa a través del lenguaje inteligente de la emoción y que puede ayudar a cambiar las condiciones de este mundo.

Vivimos en un universo que responde a la emoción y que, conectado a la conciencia, promete que en el mismo instante en que creamos en el corazón nuestros buenos deseos, estos ya comienzan a manifestarse.

Sólo debemos inteligentemente terminar de materializarlos.

Cuando la emoción no es inteligente, se torna agresiva, competitiva, se conduce por el ego. Brad Hunter Conferencias

NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA EL PLANETA URBANO
http://www.elplanetaurbano.com/index.php/2012-03-02-08-41-59/planeta-x

MAS INFO: 
http://buenasiembra.com.ar/salud/psicologia/la-inteligencia-emocional-del-nino-1047.html

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