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sábado, 28 de septiembre de 2013

Rumbo a Shielzak...


RUMBO A SHIELZAK

Bueno, pues, tras la cantidad de solicitudes que he recibido en ese sentido, hoy me dispongo a contar lo más exactamente que pueda cómo son las salidas de cada noche, de forma que podáis entenderme: antes de nada, debo decir que he pasado años en preparación de mi cuerpo actual para poder soportar otras condiciones ambientales distintas a éstas –primero, mis compañeros actuaron sobre la estructura ósea, luego sobre las glándulas, apenas si se tocó el tejido muscular, pero en cambio se invirtió mucho tiempo en mejorar y aumentar la percepción sensorial, especialmente la vista y el oído- luego vinieron las “salidas” de prueba desde niño (resultaba curioso ir a lugares con el cuerpo normal, pero no poder escuchar sonido alguno o distinguir únicamente aquellos componentes de la naturaleza de vibración más baja (montañas, mares, algunas plantas, etc.), aunque esa etapa duró poco y paulatinamente fui percibiendo más y mejor, hasta llegar a unos niveles aceptables en 4D. Muy pronto comprendí que realizaría tres tipos de viajes:


1. el más habitual con el cuerpo físico normal, sin ningún tipo de preparación, a lugares en los que no existe riesgo de pérdida de resonancia;

2. lugares en los que existe riesgo potencial para estos cuerpos (en esos casos viajamos con una especie de traje azul, que es en realidad como una segunda piel que te cubre entero) y

3. lugares de alto riesgo, en los que estos cuerpos no podrían sobrevivir, en cuyo caso, simplemente nos proyectamos conscientemente, con todos los sentidos activados, en una especie de holograma biológico.

En general, siempre tenemos un haz de energía que cubre algún punto de la casa, casi siempre el mismo; ese flujo constituye una especie de vórtice por donde se entra y se sale; se activa cada siete horas, según el día de la semana, así que tenemos una especie de calendario para cada semana; cuando hay invitados en casa, es algo que todo el mundo puede notar, aunque no se lo digas, y eso nos divierte mucho, ver a alguien que está sentado/a justo por donde pasa el haz y notar como poco a poco se adormece, o dice sentirse muy relajado/a.

Normalmente, cuando entra la burbuja (o la “nave espacial” como diríais aquí) se queda una parte atravesando la pared de la casa –como si quedase empotrada, pero sin romper la pared- y lo vemos, y lo notamos; unos segundos después empieza a formarse una especie de “puerta” ovalada y, a modo de “cortinas”, comienzan a moverse -como si cayesen y se difuminasen- unas pequeñísimas estrellitas o chispitas doradas; esa es la señal de que debemos “entrar”, lo cual hacemos caminando normalmente, eso sí, para cualquier espectador que hubiese alrededor, simplemente desapareceríamos de su vista.

 Hay veces en las que tenemos que salir, pero tenemos todavía gente alrededor, en ese caso, les invade un sopor inaguantable y quedan fulminantemente adormecidos, horas después tenemos que explicarles que el ambiente tan relajado les hizo quedarse dormidos y nos daba pena despertarles. Si esto se produce en el campo, lo mismo sucede con los animales: quedan dormidos.

Ahora ya estamos en la pasarela, aquí nos esperan nuestros compañeros –normalmente no suelen viajar más de 3 ó 4 personas en cada estructura -es una especie de rampa de luz sólida y conduce directamente a la entrada de la “burbuja”; es mejor este término porque la define con mayor exactitud, no es metálica, no hay aristas, es toda de una pieza, de un material que no existe todavía aquí, mezcla de cristal, metal y membrana orgánica, que puede ser dura o blanda al tacto, según el medio en que se encuentre, que no puede romperse, ni estrellarse.

Una vez dentro, parece que no hay nada, excepto luz, que sale de todos lados, por lo que no hay sombras; al principio la sensación es rara, aunque de gran seguridad y confort, muy placentero; se tiene una sensación de gran pureza ambiental, con un olor parecido al de las rosas, aunque muy atenuado, la pulcritud y la limpieza a niveles ni siquiera imaginables aquí; no hay tableros de mandos, ni monitores de ningún tipo, ni centros de control, tampoco hay ventanas, las crea uno mismo pasando la mano por el área que quiere convertir en transparente.

De repente, surgen una especie de sillones del suelo, pero que quedan suspendidos en el aire, inmóviles, y se ajustan al tamaño, peso y volumen de cada uno, son de un material parecido a la piel humana; también salen ahora unas plataformas que podríamos decir resultan el equivalente a los monitores de aquí, pero están formados como de aire y se utilizan para seguir el “plan de desplazamiento”.

Cualquiera puede manejar una “burbuja” porque funciona a impulsos del pensamiento; no hay nada que hacer, nada que calcular. Todo es de color blanco o pastel muy suave y no se oye absolutamente nada, excepto a veces una suave música en notas simples. Casi nadie habla mediante sonidos, aunque cuando lo hacen, el idioma resulta algo así como un siseo, extremadamente suave, casi imperceptible.

La salida parece más bien una película que otra cosa, donde uno es el espectador y lo que se mueve parece ser lo de la pantalla que uno mismo ha creado, porque dentro, no existe la menor impresión de que se está moviendo, no se siente vacuidad, ni presión, ni sensaciones de mareo, ruidos en los oídos, ni nada parecido; eso si se disfruta enormemente de ver tu ciudad, el continente, la esfera, etc. los colores son muy muy diferentes a como te los puedas imaginar, desde lo alto.

En una salida ordinaria, primero vamos a la Estación Sha Zeshi, sede del Programa Afshtar, situada a unos 500 Kms. de altura (esta temporada, sobre la vertical de Higüey y Mayagüez) como creo ya te dije en alguna ocasión. La Estación es muy grande, mide más de 120 millas de diámetro en 12 niveles.

Ahí nos encontramos con el resto del equipo y se hace un plan de prioridades; a partir de ese momento nos distribuimos y volvemos a una “burbuja” que nos va a llevar al Africa, China, Europa, Oriente Medio o Sudamérica a participar en la parte que nos corresponde (unos ayudan con la agricultura, otros con las plantas, otros con la reforestación, otros con los mares y los delfines, otros con la espiritualidad, otros con la inspiración, otros con los niños, etc. etc. existen muchos programas); en esos momentos, funcionamos en otro espectro de tiempo, en el que una salida de 4 ó 5 horas de la realidad habitual puede corresponder a 2 ó 3 días de la realidad en el lugar en el que trabajamos; después es habitual –en una especie de segunda parte de la salida- visitar nuestro lugar de procedencia, Shielzak, o cualquier otro mundo como Shinn, Signus, o algún otro, donde también desarrollamos actividades.

Ahora, hablaré del tiempo, de forma sucinta: primero es importante entender que el tiempo es una variable de un valor relativo, no absoluto y que incluso aquí no transcurre del mismo modo para todos; la percepción que se puede tener sobre el tiempo que forma parte de las coordenadas personales en el espacio tiempo, no tiene por qué coincidir necesariamente con la mía, es decir, lo que a otra persona se le antoja exasperantemente lento, pudiera ser conceptuado por mi como maravillosamente ágil y rápido.

 Ahora pensad por un momento que cuando viajamos lo hacemos en una vibración más alta (como si hablásemos de una cuarta dimensión) y esa misma vibración la trasladamos al lugar en que viajamos, lo que nos permite alterar "su" tiempo y con ello "su ahora" o "su presente", es decir, podemos estar durante un día completo en una aldea de Sri Lanka, que ellos mismos perciben en el nuevo ahora como un día completo -pero en otro marco dimensional- si bien, en su consciente, aun cuando algunos logren recordar la experiencia, solo ha significado un minuto.

 En otras palabras, el tiempo, considerado como una especie de huso, se puede comprimir y expandir, en cualquier dimensión, si bien resulta más fácil elevando la frecuencia vibratoria personal y ambiental, en el área que te rodea en un instante dado. A ellos les parece una especie de sueño, solo que el "sueño" es colectivo, y se benefician, en cualquier caso, de la ayuda prestada.

Poco después, y formando parte del mismo "viaje" hacemos otras paradas, en otros lugares y, si son de afuera, pues simplemente aumentamos aún más el tono vibratorio, tanto de la "burbuja", como de todo lo que ésta contiene y, de ese modo, podemos llegar a donde nos plazca en los universos, de forma instantánea pues, realmente, no navegamos, nos situamos.

Bueno, pues el viaje comienza poco después de entrar en Sha Zeshi y recoger a otras personas; el vehículo es una estructura nodriza en cuyo interior viajan también algunas “burbujas” pero vacías, ya que la mayoría de personas son instaladas en una especie de habitaciones con paredes traslucidas y en las que se encuentran unas “camillas” que salen del suelo pero flotan en el aire, sin moverse, pero amoldándose a cada cuerpo. Es muy habitual que este “trayecto” lo hagamos durmiendo, quienes estamos en cuerpos de este tipo, independientemente que la travesía no dure prácticamente nada.

Así pues, la ultima visión que tenemos es la de esta esfera, desde una altura en la que se ve como tres veces el sol; después del sopor, lo que aparece ante nuestros ojos es el grupo de Shielzak con sus tres lunas orbitando la esfera. Tanto al partir como al llegar (antes y después del sopor) para admirar tanta magnificencia, existe la tendencia a pegar la cara a la “ventana” que nosotros mismos dibujamos con nuestras manos, ya que no existe ese tipo de singularidad en las estructuras. Una suave música lejana nos saca del sopor y quedamos a la espera del descenso a un “aeropuerto” o estación situada ya en la superficie.

A veces la estructura queda en órbita y se desciende en “burbujas” pero, en cualquier caso, resulta siempre emocionante el regresar a “casa”. Nosotros consideramos a Shielzak nuestra casa, porque hemos estado mucho tiempo allá, en muchas existencias previas a ésta, y a esta esfera como nuestro “destino laboral” momentáneo.

Estas estructuras nunca tocan la superficie, por el contrario, se mantienen a unos palmos sobre el suelo; tampoco emiten ningún ruido, todo se desarrolla en medio de mucha luz y de una limpieza en el ambiente que siempre llama la atención; poco a poco un olor inconfundible, como una mezcla de frutas y rosas, nos hace saber que ya podemos salir; afuera nos encontramos con mucha gente que va y viene; la mayoría de ellos se parecen mucho físicamente, son muy altos (de unos 2,50 m. de promedio), muy rubios, pero con el pelo lacio como los chinos (uno tiene la misma sensación que cuando eras niño y te acercabas a tu papá o tu mamá y le pedías que te subiese al cuello), no se ven ancianos, y todos ellos parecen tener no mas de 30 ó 35 años, de piel muy clara y tersa, ojos claros muy profundos y un poco más grandes de lo que corresponde a la estética de proporciones en esta esfera, también ligeramente achinados, extremadamente bellos para este canon estético; los hombres llevan una melenita que no les llega al hombro y ellas llevan el pelo por la cintura, mas o menos.

Si no fuese por el pelo, se haría difícil distinguir quien es hombre y quien mujer. Seguramente las abuelas de aquí dirían que son exageradamente guapos. No llevan adornos de ningún tipo, ni anillos, ni pulseras, ni collares, ni sombreros, nada de nada; únicamente un atuendo de dos piezas, sin costuras, en tonos pastel; la de arriba una especie de túnica con manga larga y cuello redondo y la de abajo unos pantalones amplios, habitualmente por debajo de la rodilla (la túnica puede llevar “bordada” una escritura extraña que indica la jerarquía de la persona que la lleva; ellas llevan una faldita corta.

 Estos tejidos son muy parecidos a la piel humana, no rozan, no pican, casi casi como ir desnudo/a. Por todas las aberturas de su cuerpo emiten luz, así que cuando te miran o se sonríen es como si te bañasen en luz. Todo el mundo se saluda y despide con mucho afecto diciendo “Shakesaba”. A modo de calzado llevan unas suelas que se ajustan al pie por abajo, por lo que da la impresión de que van descalzos.

Algunos se intercambian energías conectando los dedos corazón y anular (doblados) y el resto, índice pulgar y meñique estirados. A veces resulta un tanto cómico verlos porque se encuentran uno frente a otro y, después de dicho saludo se están un rato mirando sin pestañear (en realidad están hablando un con otro, pero sin utilizar la voz). Hay que tener en cuenta que la voz actúa sobre la materia modificándola y los volúmenes elevados provocan una bajada de vibración, por lo que se puede emplear para derribar o deshacer algo; por el contrario, los tonos suaves aumentan la frecuencia vibratoria y “elevan” a la persona sobre la que proyectan sus palabras.

Tengo que decir que todo el mundo tiene una expresión muy jovial y juvenil y que, en todos los casos, uno se siente como si llegases a la casa de tus padres, después de que te hayan dado un premio muy importante. Siempre eres bienvenido, todo está a tu disposición, sientes que no tienes que preguntar nada, simplemente coges lo que necesitas, usas lo que desees, todo está allí para ti, para tu servicio. Nunca se te pasa por la imaginación el que tengas que pedir permiso para hacer algo. El mismo ambiente y trato provocan esa actitud.

Si hubiese que describir a Shielzak con una palabra, diría que es “brillante”, todo brilla, de limpio, brilla la atmósfera, brillan los suelos, brilla el agua del mar, brillan los árboles, de día y de noche. Brilla todo. Los colores son diferentes, muy acentuados, parece que hay muchos más colores de los que se conocen en Nungimecha.

Shielzak se encuentra en un sistema estelar de dos soles, es decir binario, sobre el que giran 17 esferas de distintos tamaños. El conjunto está situado muy al centro de una enorme galaxia, situada a su vez en un muy remoto universo, al cual no sería posible desplazarse desde aquí por ninguno de los medios conocidos, ni aún siquiera nos sería posible aventurar una distancia en términos de años-luz, no servirían los conceptos matemáticos que se utilizan aquí para poder acercarse someramente en la cuantificación. Y sin embargo, se llega a Shielzak de forma cuasi-instantánea, aprovechando una singularidad resonante que une a ambos universos y mantiene una interdependencia entre ellos.

De alguna manera se podría conjeturar con el hecho de que es este un universo gemelo de aquel. Los Padres Creadores de este pequeño universo proceden de aquél universo, sin embargo los “arquitectos” e “ingenieros” de la creación de esta sección del espacio local pertenecen a esta misma sección (Sirio, Pléyades y Orión).

Cuando Shielzak se presenta a la vista de cualquier viajero del espacio, llama la atención la prevalecencia de un nítido color entre avioletado y morado que brilla por todos lados, provocando en el espectador una rara sensación de limpieza, como de algo nuevo recién estrenado, de una transparencia y belleza difíciles de plasmar con las palabras que se conocen aquí.

 La esfera es bastante más grande que Nungimecha, pero similar en cuanto está también formada por masas continentales, islas y mares con una topografia que pudiera pasar perfectamente por “terrestre” de no ser por los colores y el brillo. Aquél mundo tiene tres grandes masas continentales, algunos pequeños islotes y una isla central que se utiliza como “sede administrativa”.

Ahí es donde llegamos en nuestro viaje; así que, después de saludarnos y de recibir esa maravillosa sensación que produce el sentirse querido y de “bañarnos” en sonrisas y un indescriptible sentimiento de amor, nos “subimos” en una “burbuja” cualquiera –todas son de todos- no hay prisa, no hay relojes, todo está bien. Viajamos una o dos personas por unidad, pero pueden ser más.

La estructura responde perfectamente a nuestro pensamiento y, después de indicar con la mano un destino sobre la plataforma incolora que se ha formado en el aire y que se “excita” suavemente con nuestra energía, comienza el traslado, a una velocidad de paseo o mayor –a discreción- (a mi, particularmente, me gusta mucho desplazarme cerca del suelo, a una altura suficiente que me permita disfrutar del paisaje, los árboles, los campos y el mar.

El paisaje pudiera muy bien ser descrito como “bucólico” y “rural”, muy en la línea de las narraciones que se conocen aquí de los cuentos infantiles de Blanca Nieves y los 7 Enanitos, la Bella Durmiente, Pulgarcito, etc. Existen “ciudades” o concentraciones, pero están casi por entero dedicadas a tareas de investigación para la galaxia; en general todos viven en el “campo” en unidades habitacionales familiares situadas en parajes especiales rodeados de vegetación, árboles y agua.

Las “casas” no se ven a primera vista porque se encuentran mimetizadas con el paisaje, además están construidas de una pieza y con caprichosas formas geométricas (prevalecen la esférica, la octogonal, la piramidal y la semiesférica); se encuentran suspendidas sobre el suelo, sin tocarlo; cualquiera puede entrar ya que nada es de nadie, sino que existe un sentimiento generalizado y muy arraigado de que todo es de todos.

Una “casa” típica tiene una sola planta, no tiene aristas por ningún sitio, recibe luz desde el suelo, un suelo por otra parte sumamente cálido, de un material parecido al mármol y al cristal, pero cálido al contacto con los pies, y semi-rígido; del mismo material son las “paredes”.

El conjunto emite luz por todas partes aunque, especialmente, y como ha he dicho, por el suelo; no hay puertas, ni ventanas, sino aperturas que se abren y se cierran cuando se les requiere mentalmente. La unidad suele tener varias estancias y una zona central, a modo de “invernadero”, con plantas, desde afuera uno diría que están hechas con oro y plata, entre otros materiales, por las líneas que la rodean y que parecen de ese material.

 Una vez dentro, sorprende un tanto la “austeridad” y ausencia de mobiliario o de adornos de ningún tipo; enseguida se comprende que el adorno son los seres que la habitan o que visitan, así como las plantas que comparten; sin embargo nos encontramos con que el ambiente, paradójicamente, resulta extremadamente acogedor y hace que uno se sienta bien inmediatamente, no hay ruidos, solo buenos olores y, a veces, una música especial de un instrumento que existe allí, como de cuerda, pero sin cuerdas (lo tocan todos con gran ceremonial) y cada uno de los sonidos que salen de él es como si hiciese vibrar alguna fibra de nuestro cuerpo.

Las “habitaciones” son utilizadas para distintos fines, existe un área muy amplia que pudiéramos equiparar al salón, aunque no tiene nada, excepto una plataforma central que, en caso de necesidad, sale del suelo y queda suspendida en el aire a modo de mesa, aunque no a gran altura; si se necesita, también salen del suelo y quedan asimismo en el aire una especie de sillones con respaldos altos que se ajustan al cuerpo inmediatamente y se inclinan en la dirección que mentalmente uno desea (después de sentarse en ellos, resulta muy difícil hablar de comodidad en ningún otro).

Esta es pues el área de “socialización” y de ahí se pasa a otra estancia que pudiera ser equiparable a la “cocina”, aunque no hay nada a la vista que permita aventurar nada parecido; de una de las paredes surgen, al paso de la mano una especie de cuadros transparentes que contienen distintos tipos de alimentos y que parecen estar empotrados en la pared (solo se ven cuando se pasa la mano); un determinado movimiento de la mano provoca que la “bandeja” se muestre en el aire, fuera de la cajita; así que se recoge y se consume allí mismo.

Los alimentos en Shielzak proceden fundamentalmente del plancton marino, especialmente de ciertos pólipos parecidos a la hidra, de alto contenido nutritivo y que se regeneran inmediatamente, una vez pierden una parte; también se consumen frutos de muchos tipos y algo parecido a unos jugos de combinación de frutas; no se consumen ni verduras, ni animales, ni pescado. La ración es la justa para cada uno (aquí parecería un pequeño aperitivo), lo mismo la bebida.

 Para comer se utiliza una especie de instrumento alargado, mezcla de tenedor, bisturí, cuchara y tenacillas (por decir algo), que recoge exactamente la cantidad que debe ser llevada a la boca; lo más parecido a lo que se conoce aquí es la copa –sin base- en la que se bebe. Shielzak tiene un sistema automatizado (“robots biológicos”) de siembra, recogida, reciclado y suministro de alimentos, mediante un sistema tubular muy sofisticado que llega a cada unidad habitacional desde los centros de distribución.

Cada persona come exactamente lo que necesita comer; lo mismo sucede con las bebidas, de tal forma que sus organismos reciclan absolutamente todo y no expulsan residuos. Por esta razón, no existen “cuartos de baño” en Shielzak y únicamente puede encontrarse un cilindro especial, al que acuden ocasionalmente a “tonificarse”.

 Una vez dentro del cilindro entran en un estado parecido a la catalepsia y éste comienza a llenarse de un gel de un color entre rosa y beige claro; allí permanecen “un rato”, poco después desciende el nivel de gel que les cubre por completo y el receptáculo se llena de un gas claro que da la impresión como que los seca y “desintoxica”; cuando el cilindro se repliega y desaparece, ellos aparecen resplandecientes, llenos de luz, con sus cabellos relucientes y su piel como la de un bebé recién nacido. Por cierto, no sé si he dicho que todos aparentan y representan unos 30 años (aun cuando tienen en realidad un promedio de 20.000 años del tiempo de aquí).

Bueno, pues siguiendo con la descripción de la casa, existe una estancia “íntima” para la persona o pareja (son monógamos) que la habita y otra estancia que bien pudiéramos definir como la “biblioteca”; en esta habitación se encuentra una plataforma baja sobre la que está situada una esfera con ciertas concavidades caprichosas, de las que parte la información –del tipo que sea- que uno desea recibir.

En Shielzak, no hay caminos, no hay nada hecho de madera, no hay áreas “arrancadas” a la naturaleza; todo es naturaleza y todos aman la naturaleza, de hecho una de las principales aficiones es pasear entre los árboles o bañarse en el mar, de día o de noche, cuando casi todo brilla mas: la hierba, los árboles, las plantas, el mar; es como si estuviesen salpicados de un rocío luminoso que, a veces, provoca unas visiones espectaculares que pueden hacer creer a uno que está soñando.

Hay animales, pero no conviven con los seres humanos en ningún caso. Cuando se les ve, se acercan confiados y son siempre extremadamente cariñosos; resulta curioso estar sentado bajo uno de esos árboles precioso, frondosos, que parecen comunicarse con uno y ver acercarse a un gran animal, parecido a un perro, pero mucho más grande, que te acaricia y se sienta a que le hables, o ver como llega un “pajarito” del tamaño de una gallina y descender sobre tu hombro, mientras te susurra una preciosa melodía.

También resulta impresionante nadar en el mar y creer que tocas fondo y encontrarte sobre el lomo de una ballena gigante que juega contigo saliendo del agua y volviendo a entrar en picado –visto desde lejos, es como si saliese un trasatlántico del agua y volviese a entrar cerca de ti, después de dar un giro en el aire-. Si es necesario, existen unos trajes en todas partes que tienen como escamas y que te permiten bucear exactamente igual que un pez, pues esos trajes tienen como branquias y puedes respirar dentro del agua exactamente igual a como si estuvieses fuera; ahora bien, el aspecto que tienes con ellos es parecido al de uno de esos personajes de dibujos animados. Es habitual encontrarse en estos juegos con sirenas/os y departir con ellos –mentalmente- porque ellos no hablan, solamente emiten unos sonidos muy raros.

En Shielzak no existe tejido social, todo es de todos, todos trabajan para todos; cada uno es lo que desea ser y trabaja en lo que desea trabajar, siempre en beneficio de la comunidad; todos lo saben todo; no hay instituciones, no hay iglesias, no hay asociaciones; ni siquiera hay colegios o escuelas, no tienen hospitales, ni médicos, ni dinero, nada de nada.

El periodo de gestación no llega a tres meses y los niños nacen ya bastante grandes, conviven con sus padres los primeros años y después comienzan a relacionarse con los demás. La esfera –al igual que la mayoría de mundos- está “gobernada” por un Consejo de Siete Mayores; éstos acceden al Consejo voluntariamente, en base a su experiencia y antigüedad.

Bueno, pues, anteayer fui a casa y ayer también, aunque antes fuimos a ver una "construcción" que se está haciendo en Marte; una de esas esferas -la que aquí llaman Phobos, y que nosotros conocemos como Xous- no es natural, será una especie de estación cuando esté terminada (para mi resulta curioso que aquí no se hayan dado cuenta todavía de que está en una órbita demasiado baja, muy próxima a la superficie de Marte y que, de no ser por su autopropulsión se caería de inmediato, que gira al revés de lo que debería, tal y como lo hace la otra luna Deimos, y que va a mucha velocidad, pues da dos vueltas diarias al planeta; además no rota.

La superficie exterior "de camuflaje" está construida sobre una esfera de cristal, preciosa y en ella se instalarán a corto plazo los "ingenieros de la creación" encargados de reconstruir un planeta que había antes entre Marte y Júpiter y que es necesario recomponer para estabilizar el sistema, que se encuentra en un equilibrio inestable.

Cuando estás adentro, es como si estuvieses en un sueño caleidoscópico, predomina el color azul y el blanco, pero está lleno de colores extraños y cada uno de los siete niveles tiene el suyo (la construcción es una cuarta parte, en realidad, de la Estación Sha Zeshi) y tienes la sensación de estar en el "cielo"; todavía no hay nada, excepto personas, pero es todo tan magistral y sublime que seguiría siendo bello, aún cuando no hubiese más aditamentos.

Resulta extraño por la ausencia de paredes, de columnas, de aristas, por el brillo no agresivo que emana de todas partes y, sobre todo, por el clima apacible tan exageradamente relajado en el que todo discurre; no sientes prisas, no necesitas saber la hora, no tiene importancia alguna, no piensas; solamente fluyes; todo el mundo te sonríe con la boca y con los ojos, y ello provoca una mayor emisión de luz que, enseguida relacionas con la paz y con la seguridad.

Hay algo que te llamaría muchísimo la atención; es como si fueses sonámbulo, no tienes nada de miedo a nada; caminas por lugares donde no ves el suelo, pero lo sientes; algo te dice que pases la mano por un sitio y el sitio se abre, tu instinto te sugiere que te acerques a un punto y que hagas un determinado movimiento con la mano; de inmediato se abre una especie de ventana ante ti y ves el exterior, pero con una negrura y unos colores tan intensos que no encuentro forma de explicarlo; no existe cámara alguna capaz de plasmar esa visión.

De ahí fuimos a Shielzak y estuve el equivalente de un día de aquí, es decir, pasé una noche allá, aún cuando aquí solamente transcurrieron 4 horas.

Ayer volví a Shielzak, me subí a una burbuja y me perdí por el bosque por largo tiempo; me gustan aquellos olores y, sobre todo, la música del viento, de las hojas y del mar; me paso mucho tiempo al abrigo de un árbol inmenso, muy frondoso de tronco grande de color azul avioletado y de hojas muy tiernas entre plateadas y violetas; entre sus raíces hay una especie de asiento, y allí me sitúo y dejo pasar las horas mientras observo el mar; limpio, sin apenas oleaje, parcialmente iluminado y de un color parecido al de algunos rincones del Caribe, agua clarísima, cristalina, que puedes beber pues no es salada y la multitud de especies acuáticas que evolucionan sin temor.

 A mis pies la hierba, que nunca se corta, pero que nunca crece más allá de lo necesario, sin caminos, sin huellas, con animales que vienen y van; son raros, algunos parecen perros grandes, otros son como caballos estilizados; vienen, se sientan contigo, no se asustan, ni te asustan, lo puedes ver en sus ojos, te lamen o te tocan cariñosamente; también pájaros, son grandes, de colores raros, pero majestuosos, llegan sobre ti y se sitúan en tu regazo o en tu hombro y la sensación es especial porque algunos de ellos se parecen a gallinas voladoras; tienen unos trinos increíbles, podrías pasarte días enteros escuchándolos. En resumen, se trata de una situación de la que resulta muy difícil desprenderse; a veces viene un amigo, se sienta contigo y no hace falta hablar para entrar en comunión.

Después he ido a ver a unos amigos, que viven cerca, en una especie de vivienda circular, achatada, no toca el suelo. Por toda decoración solo tienen una gran planta en su “salón” y un “ventanal” con una visión en 3 dimensiones y multisensorial (con olores, sabores, sonido, etc.) de un paisaje de su niñez.

Allí hablamos largo rato sobre muchas cosas, mientras a ráfagas la señora toca un instrumento parecido a un arpa sin cuerdas visibles, pero que produce una especie de escalofríos de placer en distintos niveles del cuerpo. Luego comimos una fruta exótica y nos despedimos doblando los dedos anular y corazón de la mano derecha y simultáneamente los otros tres extendidos; naturalmente en contacto con los de ellos; de ese modo, nos intercambiamos energías y nos deseamos felicidad.

Angel Luis Fernández

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