Escrito por Brad Hunter
¿Somos nuestra propia realidad?
¿Somos aquello que construimos de
nosotros mismos?
Existen tantas realidades como seres vivos y cada quien edifica la suya propia. Cantidades de universos paralelos creyendo ser aquello que uno construye de sí mismo. Proyecciones que coexisten y se comunican en un mar de ego que, como un fractal, se expanden en el tejido de la realidad buscando su lugar en el mundo. La realidad no es otra cosa que una identificación personal de la existencia a través de la visión egocéntrica que creamos al interpretar la vida. Todos creamos códigos que dan forma a nuestra propia interpretación de la realidad, la que cada ser humano percibe y traduce a través de su conciencia de sí mismo. Alrededor de todo el planeta las personas empiezan a despertar a la realidad de que la humanidad y la Tierra están entrando en una fase de profundos cambios en su inseparable viaje de crecimiento y expansión. Este proceso se manifiesta como un aceleramiento marcado en la intensidad de los eventos globales. Mientras todo parece acelerarse y acumularse el caos, ocurren cambios fenomenales en nuestra realidad física y perceptiva. El concepto que teníamos de las cosas se transforma con una rapidez exponencial, todos estamos siendo empujados a expandir nuestras propias perspectivas de todo aquello que habíamos creado en la forma de creencia. El ser humano comienza a percibir su propia hipocresía, aquel fingimiento de cualidades o sentimientos que eran contrarios a los que conocemos de nuestra esencia real. El cambio está ocurriendo justo ahora mismo y puede ser experimentado en cualquier momento por cualquiera que esté dispuesto a llevar al exterior el cambio interior sin contradicciones ni hipocresías. La sociedad consumista y materialista nos dividió en tribus, en orientales y occidentales, en divisiones necesarias para el marketing y la publicidad que nos crearon necesidades, nos convencieron de que todo lo que nos identifica debe estar basado en modas, tendencias, criterios, etc. Mientras que la realidad transpersonal nos enseña que lo que nos identifica es todo aquello que creemos, no hacemos otra cosa que desidentificarnos de nuestra esencia común humana. Cambiando las perspectivas En vez de ver todos los eventos de esta Tierra como separados y caóticos, de pensar que las cosas que pasan en Japón afectan sólo a los japoneses, debemos entender que nos pasa a todos, porque todos somos la especie humana y todos somos el planeta. El secreto está en ver que cada aspecto de la existencia sirve al plan evolutivo, instando a la humanidad a salir de sus propias creaciones para restablecer la conexión con la fuente común desde la cual surge todo. Porque es bien sabido para los campos de la ciencia y la espiritualidad que todo tiene su origen en una misma esencia universal. Nuestros pensamientos y la percepción de nosotros mismos se alejaron tanto como es posible de esa esencia creadora de la cual todos aún dependemos en una conexión indivisible. Así como la percepción dual de la supervivencia y el ego nos condujo a ser hipócritas con nosotros mismos, creando una identidad artificial impuesta por los valores que requiere la sociedad, hemos servido para separarnos de nosotros mismos y de nuestra esencia humana. La identificación del ego ha servido para separar al hombre de la naturaleza, y al mundo en opuestos. Muchos creen que son buenos y que otros son malos, que son luz y los otros son oscuridad, que unos están en lo correcto cuando los otros están equivocados. Como resultado de esta percepción dividida de la existencia cada ser humano está viviendo para sí mismo, velando por su propio interés personal como un intento de encontrar la paz interior moldeando el mundo exterior con sus propias ideas de cómo debería ser ese mundo. La paz interior La mayoría de la gente se está dando cuenta de que la paz que buscamos no puede ser alcanzada creando cambios por fuera porque la verdadera paz sólo puede ser encontrada en el interior. Podemos ver la verdad de esto cuando consideramos que alrededor de siete mil millones de personas intentan producir el cambio en el mundo fuera de ellos mismos para hacer que los otros encajen en su visión de lo que está bien y así encontrar la paz interior. En todo caso, nos estaremos dando cuenta de que somos más de siete mil millones de personas con más de siete mil millones de visiones diferentes de cómo debería ser el mundo. Entonces podríamos ver que esa paz que buscamos nunca será alcanzada mientras tratemos de moldear el mundo físico acorde a nuestros ideales individuales, porque nuestras visiones opuestas siempre nos conducirán a la hipocresía, a la paradoja de que hay que pelear por los ideales. Y así podemos ver que la única forma de lograr paz duradera y verdadera es aprender a estar en paz con las cosas como son. La perspectiva holística de que todo es perfecto como es fue parte de las enseñanzas antiguas y las tradiciones del budismo, el taoísmo y de algunos pueblos originarios. Todos los eventos en nuestra vida ocurren en pos de la evolución y de darse cuenta del camino hacia la trascendencia del espíritu. No existirá una evolución planetaria y cósmica si no se fundamenta en una evolución interna, y muchas personas necesitan experimentar grandes transformaciones en su realidad externa para lograr hacer el cambio interior. En un mundo donde la mayoría de la gente vive para conseguir logros y sobrevivir en una sociedad de consumo, no será hasta que el dinero y el lujo fallen en satisfacer las necesidad de paz y bienestar que el ser humano despierte a la realidad de lo inservibles que son las riquezas materiales en pos de alcanzar la riqueza espiritual. Cuando finalmente la gente se canse de desear que el mundo sea algo que en realidad no es, y que aprenda a estar en paz con las cosas como son, aprenderá que el cambio interno es el que motiva los cambios afuera. Mientras la vibración de las mentes humanas se eleva, comenzaremos a sincronizarnos con aquellas nuevas vibraciones universales que nos llevarán a experiencias más armoniosas de la realidad. En tanto existan seres que por miedo e hipocresía nieguen nuestro propósito espiritual y sirvan al mundo material, seguiremos experimentando sufrimiento y alejamiento del camino real de evolución. Sólo con la comprensión del propósito espiritual de la vida, podrán renunciar al odio, el miedo, la ambición y al orgullo, encarrilando su propia evolución en pos del propósito colectivo de la especie y del planeta. Al cambiar hacia una perspectiva más espiritual de la existencia, comenzarán a dejar de intervenir en los asuntos evolutivos de los demás, al imponer leyes propias de la realidad materialista. Será entonces que muchos comprenderán las palabras que tanto han estado sonando por tanto tiempo, que dicen que en realidad no somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual, sino que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. Recordemos que somos alquimia pura, pulsando a través de reacciones directamente interrelacionadas con nuestro entorno exterior. Y será a través de la trasmutación interior, que por ley de correspondencia, nuestra esencia espiritual se proyectará hasta crear una realidad planetaria mucho más espiritual. Podemos ser actores o víctimas de nuestras vidas… y la clave probablemente esté en asumir finalmente el desafío final, el de enfrentarnos con nuestra propia realidad del ser interior. Nota publicada en la Revista El Planeta Urbano http:// |
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viernes, 12 de julio de 2013
La Hipocresía del Ser.
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