Tormenta geomagnética sin explosión solar previa: Algunos de los lectores de esta página habrán leído el artículo que hace un año escribí desde España: Un posible futuro inmediato; cuando aún el sol mantenía un sospechoso reposo en su actividad de manchas solares, pero cuando ya sabíamos que en la tierra se había producido una unificación del campo magnético del sol con el de la tierra, desde 2.007 y que eso cambiaba todo el análisis y nuestra experiencia reciente con el sol, del cual poco conocemos.
Ahora ya estamos en los acontecimientos, aunque aún de manera incipiente; ya la actividad solar ha dado reinicio; hace un año sin causa aparente, sendas tormentas geomagnéticas ionosféricas en plena inactividad solar, derribaron dos aviones en vuelos trans-oceánicos, ahora ya iniciada la actividad solar que se dirige hacia el máximo de manchas o explosiones a partir posiblemente desde mediados del 2.011, ya produce una fuerte tormenta geomagnética sin que en los días previos haya existido una explosión solar que impacte a la tierra, lo cual significa la sobrecarga eléctrica ya acumulada en nuestra ionosfera. Las instituciones académicas y los medios, tratarán de minimizar y subestimar las consecuencias y dirán que no se pueden generar alarmas, puesto que los estudios recién inician y nada se puede concluir, de acuerdo, pero quizá, cuando crean tener las explicaciones será demasiado tarde para reaccionar, pues requieren que las cosas ocurran para poder analizarlas, de eso se trata el método científico de la razón; creo que no dan ninguna alarma por temor a que su sistema de antivalores materialista de consumo se tambalee. Estad atentos, hay que leer entre líneas; ayer ha sido el volcán, hoy el desfonde de una plataforma petrolera, la tierra se sigue preparando para un fuerte evento tectónico, es decir, de tipo magnético y nosotros pensando en el mundial, en las tonterías de la farándula y de quién sucederá a quien en la política local, mientras estamos al borde de un cambio de Fase evolutiva de la tierra y de la Humanidad.
[Noche Galáctica]
Tormenta Geomagnética: Una corriente de viento solar de alta velocidad alcanzó el campo magnético de la Tierra la noche anterior (mayo 2-3), lo que desató una tormenta geomagnética que duró más de 15 horas. En Escandinavia, las luces del norte eran tan brillantes que pudieron verse a través del resplandor del sol de medianoche. Se vieron auroras rojas a través de la frontera con Canadá y fueron vistos en varios estados de EE.UU.
La Nube
LO QUE UNA INESPERADA ERUPCIÓN volcánica debajo de un glaciar islandés nos revela es que la delgada capa de confort y de tecnología que recubre el mundo reposa sobre fuerzas muy poderosas, impredecibles y muy a menudo ingobernables.
17.000 vuelos cancelados en dos días de nubes espesas son una pequeña, una pequeñísima prueba de los riesgos a que estamos expuestos en un planeta al que no acabamos de conocer y al que a veces, en alardes de ingenuidad, creemos tener bajo control.
Si todo sale bien, en un par de días los cielos de Europa estarán nuevamente limpios de cenizas, de gases y de diminutos fragmentos de rocas abrasivas y vidrio volcánico. Pero perfectamente sería posible que la emisión de gases continuara por una semana o dos, y una nube más grande que Europa no sólo arruinaría a las compañías aéreas más poderosas del mundo, sino que podría enfriar el planeta, convertir el próximo invierno en una avalancha y revertir algunas de las recientes manifestaciones del cambio climático, restituyendo en su altura, por ejemplo, los glaciares de nuestros nevados.
También estaría por ver si fenómenos en apariencia fortuitos como la aparición de este nuevo centro de emisión de gases en el volcán Fimmvorduhals, el pasado miércoles 14, no obedece a secretos mecanismos de equilibrio de la temperatura planetaria; si la sucesión extraordinaria de sismos que vienen sacudiendo al planeta, desde Haití hasta Chile, desde las Islas Salomón hasta China, no responde a algún automático diseño compensatorio de este globo magnético y eléctrico, orgánico y místico, capaz de producir peces y arcoiris, imaginación y pensamiento.
Los artículos de la prensa europea y norteamericana se han deleitado en estos días recordándonos no sólo las catástrofes antiguas y las posibles, sino también los milagros geográficos, políticos y hasta estéticos que este tipo de fenómenos son capaces de suscitar. Simon Winchester, del New York Times, por ejemplo, nos ha contado cómo la erupción de un volcán en Indonesia en 1883 cambió en el planeta entero la luz de los atardeceres y los colores de los cuerpos celestes. Aquel otoño tuvo lunas azules, falsos incendios sugeridos por el polvo incandescente y trágicos horizontes de azafrán y de púrpura. Acaso tengamos que ir a buscar en las olvidadas erupciones de otros siglos la explicación de los colores de los expresionistas alemanes, el pathos cromático de los impresionistas y hasta el fulgor de ciertos mantos de Tintoretto o de Fra Angélico.
No sólo William Ascroft y Frederic Edwin Church, el legendario viajero y pintor de nuestros paisajes andinos, parecen haber sido beneficiarios de aquellas celestiales catástrofes. Winchester sugiere que hasta una de las obras más publicitadas y acaso admiradas del arte moderno, El grito, de Edgard Munch, puede ser el recuerdo de esas noches noruegas rayadas de polvos volcánicos.
Y ello indica más bien que todo lo que nos parece natural en el clima y en los colores del mundo bien puede no ser más que un fenómeno transitorio. “El hombre es cosa vana, variable y ondeante”, decía Montaigne, y podría resultar que el mundo lo es también, que todo lo que parece nuevo no es más que algo que ya habíamos olvidado, y que el reino espléndido o tedioso que nos confirma cada día la televisión podría verse en poco tiempo transformado en otra cosa. Son tan breves las generaciones, y a pesar de nuestro optimismo dejan un registro tan precario de sus experiencias y de sus jornadas, que sólo la audacia de algunos artistas nos ayuda a sospechar que la realidad no ha sido siempre igual, que la cambian de pronto los volcanes y los meteoros, los caprichos del mar y del cielo.
Nada más aparentemente anodino y ahistórico que una nube. Pero aquí está Europa paralizada, cien aeropuertos cerrados, millares de vuelos detenidos como en una película de ciencia ficción y millones de personas preguntándose si esta brusca interrupción de los buenos hábitos del mundo es sólo un vulgar incidente de fin de semana, o el anuncio de cambios más grandes en el frágil andamiaje de nuestra civilización.
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