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martes, 5 de diciembre de 2017

Debate: Literatura y Realidad,



Uno de los debates que parecen ser eternos es el del artista que se recluye en su Torre de marfil o aquel que hunde los pies en el barro de la historia. Lejos yo de ser un artista y, menos aún, alguien a quien esta pregunta se le vaya a hacer por motivo alguno, a veces me encuentro en ese mismo planteo sólo por el entorno del que, para mal o para bien, formo parte. Y veo, ya sin molestia alguna, que poco a poco voy pasando del segundo estado al primero. El segundo estado, propio del ímpetu juvenil, rebelde, inquisidor, activo; sigue pareciéndome el moralmente correcto; pero el primero se me hace cada vez más indispensable para poder descansar del insoportable estado de mediocridad de esta sociedad que nos rodea. Claro, diciendo esto es cuando abrimos la puerta a esa crítica que tilda de superficial a todo aquel que la adopta. Pero nada más lejos de ello, puedo asegurarlo; sólo es que si uno pelea y pelea por alguien y resulta que ese alguien se pone del lado opuesto, del lado del que lo oprime o molesta o roba o viola… Bueno ¿Qué hacer? .... ¿Vestirse de Quijote por quien no lo agradece ni lo merece? ¿Correr el riesgo del patíbulo por defender a quien a la postre va a afilar el hacha del verdugo? No, nada de eso; los superhéroes están bien para los cómics o el cine, nada más. Y luego sigue el resto, claro. La publicidad, los medios, las redes sociales… Todo es tan vulgar, tan tristemente mediocre, tan pequeño en su intención, tan simple en su contextura, tan molesto en su ejecución, que lo único que puede hacerse por la propia salud mental es encerrarse en el último refugio que nos queda: la literatura. ¿Alguien quiere saber qué es lo que está ocurriendo en la sociedad? Que lea libros. ¿Alguien quiere entender de qué está hecho y de qué están hechos los demás? Que lea libros. ¿Alguien quiere acceder a la belleza y, al mismo tiempo, entender lo que sucede aquí y ahora? Que lea libros. La literatura es el refugio último contra la mediocridad imperante. Los libros no mienten, sin importar si su contenido es filosófico, poético, científico, novelístico. Ellos contienen en sí mismos el antídoto contra sí mismos. Leer un libro malo nos enseña a no leer libros malos y es así como ellos mismo nos inoculan sobre el bien y el mal y es así como también nos señalan quiénes son dignos de nuestra lucha y quiénes no. Y mientras éstos últimos sean mayoría, pues no quedará otra opción que tomar nuestros libros y adentrarnos en nuestra pequeña torre que, aunque sea de adobe y paja, lucirá como del mejor y más níveo marfil. Fuente MAS INFO: https://buenasiembra21.com/

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