El mayor ejemplo de desapego nos lo dan las abejas.
Después de construir las colmenas las abandonan. Y no la dejan muerta,
en ruinas, sino viva y repleta de alimento.
Dejan toda la miel que
fabricaron de más, sin preocuparse con el destino que tendrá.
Levantan
vuelo hacia su próxima morada sin mirar para atrás.
En la vida de las abejas encontramos una gran lección.
En general el
hombre construye para sí, piensa en el valor de la propiedad, ambiciona
conseguir más bienes, sufre y pelea ante la inminencia de perder aquello
por lo que “luchó” por conseguir.
“Donde esté nuestro corazón, allí estarán nuestros tesoros...”
Por lo tanto, no puede haber Paz donde los pensamientos y los
sentimientos forman una telaraña que atrapa al ser en lo que considera
suyo.
Esta telaraña no lo deja alzar vuelo hacia nuevas moradas. Y dicho
impedimento vale tanto en la vida como en la muerte.
Prisionero en un plano denso, pierde oportunidades de experiencias superiores.
La lección de las abejas está en su espíritu de donación. En un acto
poco común de desapego, abandonan lo que les llevó una vida construir.
Simplemente lo sueltan sin preocuparse por el destino que tendrá.
Dejan
lo mejor que tienen, sea para quien fuere, lo cual es muy distinto de
donar lo que no tiene valor o dirigir la donación a nuestros preferidos.
Si queremos ser libres, si queremos dejar de sufrir por lo que tenemos o
por lo que no tenemos, debemos abrigar un único deseo:
Transformarnos.
El ejercicio consiste en tener siempre presente que nada ni nadie nos
pertenece, que no vinimos al mundo para poseer cosas o personas, y que
debemos soltarlas.
De modo que, cuando algo o alguien tiene que
irse de nuestra vida, no alimentemos la ilusión de pérdida. Adquirimos
una visión más amplia.
El sufrimiento llega cuando nos aferramos a algo o a alguien.
El apego empaña lo que debería estar claro: por detrás de una supuesta
pérdida se esconde la enseñanza de que está por llegar algo nuevo y
mejor para nuestro crecimiento.
Y si no renunciamos a lo viejo ¿Cómo
puede haber espacio para lo nuevo?...
El mayor ejemplo de desapego nos lo dan las abejas.
Después de construir las colmenas las abandonan. Y no la dejan muerta, en ruinas, sino viva y repleta de alimento.
Dejan toda la miel que fabricaron de más, sin preocuparse con el destino que tendrá.
Levantan vuelo hacia su próxima morada sin mirar para atrás.
En la vida de las abejas encontramos una gran lección.
En general el hombre construye para sí, piensa en el valor de la propiedad, ambiciona conseguir más bienes, sufre y pelea ante la inminencia de perder aquello por lo que “luchó” por conseguir.
“Donde esté nuestro corazón, allí estarán nuestros tesoros...”
Por lo tanto, no puede haber Paz donde los pensamientos y los sentimientos forman una telaraña que atrapa al ser en lo que considera suyo.
Esta telaraña no lo deja alzar vuelo hacia nuevas moradas. Y dicho impedimento vale tanto en la vida como en la muerte.
Prisionero en un plano denso, pierde oportunidades de experiencias superiores.
La lección de las abejas está en su espíritu de donación. En un acto poco común de desapego, abandonan lo que les llevó una vida construir. Simplemente lo sueltan sin preocuparse por el destino que tendrá.
Dejan lo mejor que tienen, sea para quien fuere, lo cual es muy distinto de donar lo que no tiene valor o dirigir la donación a nuestros preferidos. Si queremos ser libres, si queremos dejar de sufrir por lo que tenemos o por lo que no tenemos, debemos abrigar un único deseo:
Transformarnos.
El ejercicio consiste en tener siempre presente que nada ni nadie nos pertenece, que no vinimos al mundo para poseer cosas o personas, y que debemos soltarlas.
De modo que, cuando algo o alguien tiene que irse de nuestra vida, no alimentemos la ilusión de pérdida. Adquirimos una visión más amplia.
El sufrimiento llega cuando nos aferramos a algo o a alguien.
El apego empaña lo que debería estar claro: por detrás de una supuesta pérdida se esconde la enseñanza de que está por llegar algo nuevo y mejor para nuestro crecimiento.
Y si no renunciamos a lo viejo ¿Cómo puede haber espacio para lo nuevo?...
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