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viernes, 10 de septiembre de 2010

Los Problemas de la Humanidad

 

Libro de Alice A. Bailey y el Maestro Tibetano Djwhal Khul
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Capítulo II

Rehabilitación Psicológica de las Naciones (1)


Este problema es más complicado y se halla mucho más arraigado de lo que parece a primera vista.

Si tuviéramos que ocuparnos únicamente de la sicosis nacional, de las con­diciones mentales inducidas por la guerra y por haber participado en ella, el problema sería de por sí bastante agudo, pero podría ser resuelto fácilmente por el restablecimiento de la seguridad, un sensato tratamiento psicológico de las distintas nacionalidades, la rehabilitación física y el restablecimiento de la libertad, de la oportunidad y del bienestar y sobre todo, organizando a los hombres y mujeres de buena voluntad.

Este último grupo debería demostrar que está dis­puesto a llevar a cabo los procesos educativos necesarios y (lo que es mucho más importante) se esfuerza por transmi­tir inspiración espiritual –algo que la humanidad necesita hoy urgentemente. Hay en la actualidad suficientes hom­bres y mujeres de buena voluntad que puedan realizarlo, siempre que se pueda llegar a ellos, inspirarlos y apoyarlos en su esfuerzo, tanto material como espiritualmente.

La situación es mucho más difícil de lo que parece al analizarla superficialmente.
El problema psicológico implicado posee un trasfondo de siglos; es inherente al alma de cada nación y condiciona actualmente la mente de todos esos pueblos. Aquí reside la mayor dificultad, la cual no cederá fácilmente ante cualquier esfuerzo o empresa espi­ritual, aunque sea llevada a cabo por las iglesias organiza­das (que demuestran una profunda falta de apreciación del problema) o los grupos e individuos orientados espiritual­mente.

El trabajo que debe realizarse es tan agudamente ne­cesario, y el riesgo de que no se realice es tan tremendo que, lógicamente indica que ciertas importantes y peligrosas líneas y determinadas actitudes nacionales, constituirían una amenaza para la paz del mundo. Estos problemas se divi­den en dos categorías:
 


1.
     
Los problemas psicológicos internos de cada na­ción.

2.
      
Los problemas mundiales, tales como la relación entre las naciones, la economía y las fuerzas laborales.

Antes de que el mundo pueda llegar a ser un lugar más seguro, agradable, sano y bello, todas las naciones deben ha­cer un balance y comenzar a solucionar sus propias debili­dades y complejos psicológicos. Cada nación debe disfrutar de buena salud mental y esforzarse por alcanzar sensatos objetivos psicológicos. Además debe lograrse la unidad internacional basada no sólo en la mutua confianza, sino en los correctos objetivos mundiales y en la verdadera compren­sión psicológica.

Los hombres y mujeres de todas partes ya están tra­bajando para el mejoramiento individual; en cada nación hay grupos similarmente motivados; el impulso por obte­ner una mayor belleza de expresión, mejor carácter y me­jores condiciones de vida, es la eterna característica predo­minante del género humano.

En las primeras épocas de la historia de la raza este impulso fue manifestado por el deseo de mejorar las circunstancias materiales y el medio ambiente; este anhelo se expresa hoy como una demanda para obtener belleza, bienestar y cultura; clama por obte­ner la oportunidad de trabajar en forma creadora y pasa, gradual pero inevitablemente, a la etapa en que las correc­tas relaciones humanas lleguen a ser de primordial im­portancia.

En la actualidad cada nación tiene ante sí una gran­de y excepcional oportunidad. Hasta ahora el problema de integración psicológica, vida inteligente, crecimiento espi­ritual y revelación divina, ha sido tratado solamente desde el punto de vista del hombre, el ente. Debido a los progre­sos científicos del género humano (como resultado del de­sarrollo del intelecto humano) es posible pensar en tér­minos más amplios y ver a la humanidad en una perspec­tiva más real.

Nuestro horizonte se extiende hasta el in­finito y nuestros ojos ya no están fijos en un primer plano. Hoy se reconoce la unidad familiar en relación con la co­munidad, a la cual vemos como parte integrante y efectiva de la ciudad, del estado o de la nación. 

Tenuemente, aunque todavía en forma ineficaz, estamos proyectando este mismo concepto hacia el campo de las relaciones interna­cionales. Los pensadores actúan en todo el mundo en for­ma internacional, lo cual garantiza el futuro, porque sólo cuando los hombres piensen en estos términos más amplios, será posible la fusión de todos ellos, la hermandad vendrá a la existencia y la humanidad será una realidad en nuestra conciencia.

La mayoría de los hombres piensan hoy en términos de su propia nación o grupo, el cual es el concepto más amplio que poseen; han sobrepasado la etapa de su indivi­dual bienestar físico y mental y visualizan la posibilidad de aportar su cuota de utilidad y estabilidad al todo nacional, y tratan -de colaborar, comprender y acrecentar el bien de la comunidad. Esto no es raro, pero describe la actitud que asumen miles de personas de cada nación. Tal espíritu y actitud caracterizarán algún día la actitud de una nación respecto de otra, lo cual no ocurre en la actualidad, porque rige una sicología muy diferente.

Las naciones buscan y exigen lo mejor para sí mismas, no importa lo que ello im­plique para otras naciones, y consideran esto una actitud correcta y típica de buena ciudadanía; además están carac­terizadas por odios y prejuicios, muchos de los cuales no se justifican hoy, como no se justificaría emplear un lenguaje obsceno en una reunión religiosa; están también divididas dentro de sus fronteras y separadas por barreras raciales, diferencias partidarias y actitudes religiosas, lo cual trae inevitablemente desorden y finalmente produce desastres.

Un intenso espíritu nacionalista –afirmativo y jac­tancioso— caracteriza a los ciudadanos de la mayoría de los países, especialmente en sus mutuas relaciones. Esto engendra antipatía y desconfianza y perturba las correctas relaciones humanas. Todas las naciones son culpables de estas cualidades y actitudes, expresadas de acuerdo a su grado de cultura e ingenio individuales.

En todas las na­ciones como en todas las familias, existen grupos o indivi­duos que son reconocidos como fuente de dificultades, por personas bien intencionadas. Dentro de la comunidad in­ternacional algunos países son y fueron durante largo tiem­po agentes perturbadores.

El problema de la interrelación e interacción entre na­ciones es en su mayor parte psicológico.

Los efectos del alma de una nación son poderosos. La forma mental nacional (creada en el transcurso de los siglos por el pensamiento, los objetivos y las ambiciones de una nación) constituye su objetivo ideal y es muy eficaz para condicionar al pueblo.
Un polaco, un francés, un americano, un hindú, un bri­tánico o un alemán, son fácilmente reconocibles dondequie­ra que se encuentren. Tal reconocimiento no depende ex­clusivamente de su apariencia, acento o hábitos, sino prin­cipalmente de la expresión de su actitud mental, de su sen­tido de lo relativo y la afirmación de su nacionalidad, indicios que expresan la reacción a determinada forma mental nacional bajo la cual el hombre se ha formado.

Si dicha reacción lo convierte en un buen ciudadano, que colabora dentro de los límites nacionales, es bueno y deseable; si por el contrario lo hace prepotente, orgulloso y separatista en su modo de pensar, que censura a los ciudadanos de otros países, contribuye a la desunión mundial y a la perturba­ción internacional, y esto amenaza la paz del mundo. Por lo tanto el problema llega a ser compartido por todos los pueblos. Las naciones pueden ser (y frecuentemente lo son) antisociales, pues contienen en sí ese elemento.

El propio interés y sus habilidades inherentes consti­tuyen la característica que predomina hoy en la mayoría de los hombres. No obstante, en todos los países se encuentran quienes han trascendido tales actitudes autocentradas y se interesan por el bienestar cívico y nacional, más que por sí mismos.

Unos pocos, en verdad muy pocos, en lo que a las masas humanas se refiere, piensan en forma internacional y se preocupan del bienestar de la humanidad como una totalidad. Anhelan ansiosamente que se reconozca el Mun­do Uno y la Humanidad Una.

Fuente:
Los Problemas de la Humanidad, Alice A. Bailey, pp. 9-13

                                                                                                                                [Continuará]
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