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miércoles, 28 de julio de 2010

LA VERDAD no es “lo que es”,...


La Verdad por Krishnamurti



LA VERDAD no es “lo que es”, pero la comprensión de “lo que es” abre la puerta a la verdad.»

INTERLOCUTOR:
Cualquier cosa que le escucho decir a usted en este salón es muy sencilla y fácil de comprender, pero tan pronto salgo afuera estoy perdido, y no sé qué hacer cuando estoy solo.

KRISHNAMURTI:
Mire, señor, lo que ha dicho este que les habla está muy claro. Les está señalando “lo que es”, que está en ustedes, no está en este salón, no está en quien les habla; él no está haciendo ninguna propaganda, no desea nada de ustedes, ni su adulación ni sus insultos ni su aplauso. 

Está en ustedes, su vida, su desdicha, su desesperación; usted tiene que comprender eso, no sólo aquí, porque aquí usted está siendo acorralado, y quizá se está encarando consigo mismo durante unos pocos minutos. Pero cuando abandone este salón, ¡es entonces cuando comienza la fiesta! No estamos tratando de inducirle a actuar, a pensar, a hacer esto o aquello: eso sería propaganda. Pero si ha escuchado con su corazón y con una mente que está alerta –que no ha sido influenciada– si ha observado, entonces, cuando salga fuera, eso irá con usted adondequiera que esté porque eso es suyo, ya que usted ha comprendido.

I.:
¿Qué papel desempeña el artista?

K.:
¿Son los artistas diferentes de los demás seres humanos? ¿Por qué dividimos la vida entre el científico, el artista, el ama de casa, el doctor? Puede que el artista sea un poco más sensible, que observe más, que sea un poco más activo, pero tiene también sus problemas como ser humano. Puede pintar cuadros maravillosos, o escribir bellos poemas, o elaborar cosas con las manos, pero sigue siendo un ser humano, ansioso, temeroso, celoso y ambicioso. ¿Cómo puede ser ambicioso un “artista”? Si lo es, ha dejado de ser artista. El violinista o el pianista que utiliza su instrumento para ganar dinero, para ganar prestigio –imagínense eso– no es un músico. ¿Es un científico aquel que trabaja para algún gobierno, para la sociedad, para la guerra? Ese hombre que va tras el conocimiento y la comprensión se ha corrompido al igual que otros seres humanos. Puede que sea maravilloso en su laboratorio, o que pueda expresarse muy bellamente en un lienzo, pero interiormente está atormentado como los demás, y es mezquino, falso, ansioso, miedoso.

Seguramente un artista, un ser humano, un individuo es algo total, indivisible, completo. Individuo significa indiviso, pero nosotros no somos individuos, somos seres humanos fragmentados, divididos: el hombre de negocios, el artista, el doctor, el músico. Y, sin embargo, llevamos una vida… pero no tengo que describirla porque ustedes ya la conocen!

I.:
Señor, ¿qué criterio se utiliza al escoger entre varias posibilidades?

K.:
¿Por qué escogemos? Cuando vemos algo con toda claridad, ¿cuál es la necesidad de escoger? Escuche esto, por favor. Sólo una mente confusa, insegura, sin claridad, es la que escoge. No estoy hablando de escoger entre blanco y negro, sino de escoger psicológicamente. A menos que nos sintamos confusos, ¿por qué tenemos que escoger? Si vemos algo con toda claridad, sin ninguna distorsión, ¿hay alguna necesidad de escoger?

No hay alternativas; las alternativas existen cuando tenemos que elegir entre dos caminos físicos; podemos irnos en una dirección o en la otra. Pero las alternativas existen también en una mente que está dividida en sí misma y está confusa; por lo tanto, como está en conflicto, es violenta. Es la mente violenta la que dice que vivirá pacíficamente, y al reaccionar se torna violenta. Cuando vemos con claridad la naturaleza de la violencia en su totalidad, desde su forma más brutal hasta la más sutil de sus manifestaciones, entonces estamos libres de ella.

I.:
¿Cuándo será posible que veamos todo eso?
K.: ¿Ha observado usted un árbol totalmente?

I.:
No sé.
K.: Señor, hágalo alguna vez si está interesado en estas cosas.

I.:
Siempre creí haberlo hecho, hasta que actuaba de nuevo.
K.: Para averiguarlo, comencemos con el árbol, que es la cosa más objetiva. Obsérvelo completamente, esto es, sin el observador, sin la división, lo cual no quiere decir que usted se identifique con el árbol, usted no se convierte en el árbol, eso sería demasiado absurdo. Pero observarlo implica mirarlo sin la división entre usted y el árbol, sin el espacio creado por el “observador” con sus conocimientos, con sus pensamientos, con su prejuicio acerca de ese árbol; hacerlo no cuando está airado, celoso, o desesperado, o lleno de eso que llaman esperanza, que es lo opuesto de la desesperación y, por lo tanto, no es esperanza en absoluto. Cuando lo observa, cuando lo ve sin división, sin ese espacio, entonces puede ver su totalidad.

Cuando observe a la esposa, al amigo, al marido, lo que desee, cuando observe sin la imagen, que es la acumulación del pasado, verá qué cosa tan extraordinaria ocurre. Nunca antes habrá visto una cosa parecida en su vida. Pero observar totalmente implica que no hay división. Algunas personas toman LSD y otras drogas con el fin de eliminar el espacio entre el observador y lo observado. Yo no las he tomado; y una vez que comience ese juego, estará perdido, dependerá para siempre de ellas, y eso trae su propia desgracia.

I.:
¿Cuál es la relación entre el pensamiento y la realidad?

K.:
¿Qué es el pensamiento en relación con el tiempo, el pensamiento en relación con lo mensurable y qué es inconmensurable? ¿Qué es el pensamiento? El pensamiento es la respuesta de la memoria, eso es obvio. Si no tuviéramos memoria no podríamos pensar en absoluto y estaríamos en un estado de amnesia. El pensamiento es siempre viejo, el pensamiento nunca es libre, el pensamiento jamás puede ser nuevo. Cuando el pensamiento está silencioso puede que ocurra un nuevo descubrimiento; pero no es posible que el pensamiento descubra algo nuevo. ¿Está eso claro? No esté de acuerdo conmigo, por favor.
Cuando formulamos una pregunta y estamos familiarizados con ella, nuestra respuesta es inmediata. ¿Cuál es su nombre? Respondemos inmediatamente. ¿Dónde vive usted?
La respuesta es instantánea. Pero lleva un tiempo cuando se trata de una pregunta más compleja. En ese intervalo, el pensamiento está mirando, tratando de recordar.

De manera que el pensamiento, en su deseo de averiguar qué es la verdad, está observando siempre en función del pasado. Ésa es la dificultad de la búsqueda. Cuando buscamos, tenemos que poder identificar lo que hemos encontrado; y lo que encontramos y podemos reconocer es el pasado. Es obvio, pues, que el pensamiento es tiempo; esto es sencillo, ¿no es así? Ayer tuvimos una experiencia de gran deleite, pensamos en ella y deseamos que se repita mañana.
El pensamiento, pensando en algo que le ha brindado placer, lo desea mañana otra vez; así pues, “mañana” y “ayer” constituyen el intervalo de tiempo en el cual vamos a disfrutar de ese placer, en que vamos a pensar en él. El pensamiento, por lo tanto, es tiempo; y el pensamiento nunca puede ser libre porque es la respuesta del pasado.

¿Cómo puede el pensamiento encontrar algo nuevo? Esto es posible sólo cuando la mente está completamente silenciosa; no porque ella desea encontrar algo nuevo, pues entonces ese silencio surge por un motivo, y por lo tanto no es silencio.

Si ha comprendido esto, lo ha comprendido todo y hasta se ha contestado su pregunta. Siempre está usando el pensamiento como un medio para encontrar, para preguntar, para inquirir, para observar. ¿Quiere eso decir que el pensamiento puede saber qué es el amor?

El pensamiento puede conocer lo que llamamos amor y exige ese placer otra vez en nombre del amor. Pero no es posible que el pensamiento, siendo el producto del tiempo, el producto de la medida, pueda comprender o dar con eso que no es mensurable. Entonces surge, pues, la pregunta de: ¿cómo podemos lograr que el pensamiento esté silencioso? No podemos. Quizás podamos profundizar en eso en otra ocasión.

I.:
¿Necesitamos normas que guíen nuestra vida?

K.:
¡Señora, usted no ha escuchado nada de lo que he estado diciendo durante esta charla! ¿Quién va a establecer las normas? Las iglesias lo han hecho, los gobiernos tiránicos lo han hecho, o usted misma ha establecido las reglas de su propia conducta, de su propio comportamiento. Y usted sabe lo que eso significa: una batalla entre lo que usted cree que debe ser y lo que usted es. ¿Qué es más importante: comprender lo que usted debe ser, o lo que usted es?

I.:
¿Qué soy yo?

K.:
Vamos a averiguarlo. Le he dicho lo que usted es: su país, sus muebles, sus ambiciones, su responsabilidad, su raza, sus idiosincrasias y prejuicios, sus obsesiones, ¡usted sabe lo que es! Mediante todo eso usted desea averiguar la verdad, Dios, la realidad.

Y como la mente no sabe cómo liberarse de todo esto, nos inventamos algo, un agente exterior, o le damos un significado a la vida. Por lo tanto, cuando comprendemos la naturaleza del pensamiento –no verbalmente, sino que somos realmente conscientes de ello–, entonces, cuando tengamos un prejuicio, observémoslo, y veremos que nuestras religiones son un prejuicio, y que la identificación con la patria también es un prejuicio.

Tenemos tantas opiniones, tantos prejuicios; basta con sólo observar uno de ellos completamente, con nuestra mente, con amor; ocuparse de él, observarlo. No digamos «no debo» o «debo», sencillamente mirémoslo. Y entonces veremos cómo vivir sin prejuicio alguno. Sólo una mente libre de prejuicios, de conflictos, puede ver qué es la verdad.

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